Estamos brutalmente en contra de las drogas y de los traficantes
Pero la oferta de opiáceos está en todas partes, en la calle, en zonas escolares, en zonas de ocio, en gimnasios,… Es ya una costumbre social consumir sustancias narcóticas, es una realidad imparable y que va en aumento, que ni se detiene ni parece solucionarse con prohibiciones.
Lo que se admite habitualmente puede adquirir fuerza jurídica.
La normalización permitiría controles de calidad y estandarización, y las consecuencias inmediatas serían la reducción de precios, la disminución de la violencia y de la inseguridad en las calles, mayor integración de los enfermos adictos, y una tendencia hacia la desaparición de otros problemas sociales ligados al narcotráfico como pueden ser la extorsión y la corrupción.
El tráfico de drogas representa el 8% del comercio mundial, hoy exento de fiscalidad; los recursos materiales y humanos empleados, vehículos terrestres, navales y aéreos, agentes especializados, cárceles congestionadas, etc., son razones muy poderosas para encarar el tráfico de drogas desde otra perspectiva, que debe ser especialmente disuasoria del consumo, pero debiera encaminarse hacia la normalización del comercio: hacia canales legales.